Es una anécdota que ilustra bien el fenómeno. En la última gala de los Goya, decenas de reporteros micrófono en mano se dedicaban abordar, cada uno por su cuenta, a los artistas por allí desperdigados. Una vez tras otra, sus entrevistas se veían interrumpidas por el mismo chorro de voz, procedente de algún lejano lugar de la sala. Los presentes sonreían al descubrir el origen. Se trataba de Melody, que no dejaba de cantar con la energía de un bocinazo de coche de choque el melocotonazo que la llevará este sábado a Eurovisión. “Una diva es valiente, poderosa”. Está claro: Melody coloca el género como tendero de mercadillo, lanzando piropos, practicando una sonrisa infatigable, desperezando al personal. Cualquiera puede reconocer en ella esa estirpe de comerciantes a los que no se les ha regalado nada en la vida, tan ruidosa y descarada como llena de vitalidad y desparpajo. Ella tiene su himno y en él se siente valiente y poderosa, como le ocurre por ejemplo estos días al gigante de la moda Inditex. No es la única gran empresa capaz de identificarse con una canción de Eurovisión.

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El pasado 9 de mayo se cumplieron cincuenta años de la apertura de la primera tienda de Zara en A Coruña, en la calle Juan Flórez. Confecciones GOA llevaba una década haciendo batas y prendas de vestir, pero no fue hasta 1975 cuando su fundador, un tal Amancio Ortega, se decidió a abrir un comercio. Allí comenzó este imperio de la moda llamado Inditex, cuyo éxito según dicen se debe a su modelo logístico, a la velocidad con la que coloca las nuevas colecciones, a la red de proveedores, a la apuesta por la moda, al canal online y a la creación de una sólida imagen de marca. Son conclusiones de consultor a las que habrá que añadir el tino de abrir la primera tienda en un chaflán. Casa con dos puertas, difícil de guardar, decía Calderón de la Barca. Tienda en chaflán, éxito total, diría ahora, de haber nacido en tiempos del fast fashion.
Maite Gutiérrez ha escrito largo, tendido, plisado y acolchado sobre esta empresa. Aquí habla de su último beneficio récord de 5.866 millones, aquí cuenta cómo su menor dependencia de china le protege de los aranceles de Trump, aquí describe el ensayo de su tienda del futuro en Barcelona y aquí explica cómo sus marcas jóvenes toman la delantera. Todo ello mientras miles de personas sienten a diario la angustia existencial de tener que decantarse entre unos pantalones regular fit, slim fit, straight fit, costum fit, tapered fit y skinny fit.
¿Y las demás empresas? Inditex es la gran empresa valiente y poderosa española, pero, ¿en qué momento se encuentran ahora las demás? Ayudémonos de canciones de Eurovisión para repasar el pasado reciente y entender el momento actual:
El arranque de siglo fue la década prodigiosa. El siglo XX lo terminaron las empresas españolas con firme presencia en Latinoamérica. La primera década de siglo fue mejor todavía. Comenzó a nivel doméstico, con la fallida fusión entre Iberdrola y Endesa, y luego adquirió proyección internacional. Telefónica es un ejemplo: compró la productora holandesa Endemol, se hizo con el cien por cien de las filiales en Brasil, Argentina y Perú, adquirió O2 en Reino Unido y, como bien sufrió durante años Álvarez-Pallete, se cargó con una elevada deuda. Santander entró con fuerza a golpe de talonario en Brasil, Reino Unido y Estados Unidos, donde también se hizo un hueco el BBVA. Iberdrola se llevó la británica Scottish Power y luego la estadounidense Energy East, al tiempo que Ferrovial se hizo con el aeropuerto londinense de Heathrow --recién vendido--. Cada una de estas grandes empresas dedicó decenas de miles de millones al esfuerzo. Cifras astronómicas que hoy nos dejarían boquiabiertos. Una ayuda fiscal en forma de deducciones por amortización del fondo de comercio ayudó en algunas operaciones.

Marta Ortega, presidenta de Inditex
Waterloo (ABBA) y las batallas empresariales. Los últimos años del bum económico y la llegada de la gran recesión del 2008 originaron varios conflictos empresariales. Los constructores detectaron que había que ir más allá del ladrillo y de ahí que Luis del Rivero, presidente de Sacyr, intentase hacerse con el BBVA primero y con Repsol después, momento en el que apareció la figura de Villarejo, de quien hemos tenido noticias esta semana. ACS se lanzó a por Iberdrola y llegó a alcanzar el 20% del capital, lo que provocó una antológica enemistad entre Florentino Pérez e Ignacio Sánchez Galán que aún perdura en forma de litigios sobre greenwashing. También se produjo la más napoleónica de todas las batallas: la opa de Gas Natural sobre Endesa, entre 2005 y 2007, que derivó primero en la aparición de la alemana E.ON en forma de caballero blanco y después en la solución de la italiana Enel junto a Acciona, que no tardó en salir de la eléctrica y fundar su propia compañía de renovables. En emoción y carga política, solo la actual opa del BBVA al Sabadell se le asemeja.
La fiesta terminó (Paloma San Basilio). Quizá no hubo gran resaca, pero es cierto que la segunda década de siglo no fue tan gloriosa. En el sector bancario, las cajas de ahorro cayeron con la misma prestancia que el sistema eléctrico hace unos días --la ministra Aagesen ha dado por cierto esta semana nuevos detalles--. El Popular se sumó al desastre. Todo el trajín de accidentes y rescates ha dado forma al panorama actual, consistente en cuatro grandes supervivientes en España, CaixaBank, BBVA, Santander y Sabadell, y un importante efecto secundario sobre las empresas: la banca se retiró de los accionariados y facilitó el desembargo de unos nuevos e influyentes actores llamados fondos de inversión. Para colmo, en el 2012 Repsol sufrió la expropiación de YPF, a lo que se sumaron las que practicó el Gobierno venezolano, la de Electricaribe en Colombia a Gas Natural Fenosa (Naturgy) y la de TDE a Red Eléctrica en Bolivia.
¿Y ahora qué?
Rodolfo Chikilicuatre. Uno, la pandemia. Dos, el putinazo. Tres, la inflación. La covid, la guerra de Ucrania y el nuevo desorden mundial han trastocado los planes de una década, la iniciada en el 2020, reservaba para la gran transición ecológica y tecnológica hacia el coche eléctrico, las renovables y la inteligencia artificial. Los años veinte comenzaron siendo verdes, globales y digitales, y puede que terminen militarizados, arancelizados y obsesionados con la autonomía estratégica.
"Estoy en un buen momento" (Nebulossa). Los nuevos tiempos también traen oportunidades. Tras años sin repartir un triste dividendo, Indra se ha convertido de repente en una de las empresas del momento. Elegida por el Gobierno para liderar el nuevo gasto en defensa, valora su integración con Escribano --la empresa familiar de su presidente-- y otras operaciones, informa Fernando H. Valls. Hay además empresas españolas bien posicionadas en Estados Unidos que han disfrutado del despliegue en infraestructuras de Biden y que ahora observan hacia dónde se decantará la balanza con el experimento autárquico de Trump. Son las constructoras ACS --su filial americana Turner lidera el beneficio--, Ferrovial o Acciona, pero también el fabricante de acero inoxidable Acerinox o el de piscinas Fluidra.

El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán
Bailar pegados (Sergio Dalma). Una gran tendencia del momento es la importancia de conformar núcleos accionariales para proteger las grandes empresas frente a movimientos hostiles. Por descontado, es el gran drama del Sabadell. El propio Gobierno, como indica aquí Manel Pérez, ha transmitido la idea al banco de que un núcleo de este tipo facilitaría el bloqueo a la opa del BBVA. Lo cierto es que allí afuera hay ingentes capitales prestos a devorar compañías sin despeinarse. Al margen de la opa del momento, destacan dos grandes actores: el Estado y Criteria. El primero, a través de la SEPI, se ha hecho con el 10% de Telefónica, reforzado en Indra, articulado una solución en ITP y tutelado una solución española para Talgo. El segundo, Criteria, se ha convertido en el gran cimiento accionarial ahora que de Naturgy quieren salirse dos grandes fondos y que Telefónica padece la llegada de Saudi Telecom. Súmese a ello el reciente apoyo de Criteria a Colonial o Puig, aparte de su innegociable presencia en CaixaBank. A todo esto, las empresas paraestatales, que es como podríamos definir a Aena, Enagas y Redeia, están dotadas por naturaleza de un núcleo accionarial a prueba de opantes y resisten impertérritas el paso de los planes estratégicos, centradas en asuntos más pedestres, no por ello menores. Aena debe gestionar el problema de los cientos de personas sin recursos que cada noche pernoctan en Barajas y el Prat. Redeia se expone a una profunda crisis en torno al reciente apagón.
Europe's living a celebration (Rosa de España). He aquí otra gran tendencia del momento. Como proclamaba el lema de la reunión de este año del Cercle d'Economía: Europa, ¿wake-up call?. No es para menos, a la vista de la estruendosa amenazada generada por Putin y Trump. La Europa empresarial interpreta ahora una marcha compuesta por Mario Dragi y Enrico Letta, cuyo estribillo es una loa a las fusiones y adquisiciones. La partitura de la comisaria Teresa Ribera debería facilitar estas operaciones. Las telecos, como cuenta aquí Pilar Blázquez, claman por operaciones de concentración. Podrían reactivarse también los movimientos entre aerolíneas, después de que IAG renunciase a comprar Air Europa. Por cierto, la empresa de los Hidalgo ya ha devuelto dos años antes el crédito del ICO, aunque debe aún hacer lo propio con los 475 millones prestados por la SEPI en la pandemia, informa Fernando H. Valls. En el ámbito bancario, el azote de todas las integraciones es Unicredit y su consejero delegado, Andrea Orcel, con la vista puesta en Italia y Alemania.
Algo pequeñito (Daniel Diges, con aparición estelar del espontáneo Jimmy Jump). Estos días se aprecian algunos movimientos de repliegue empresarial que parecen cerrar al menos en parte el gran círculo iniciado a comienzos de siglo. Telefónica, como indica Pilar Blázquez, ha anunciado pérdidas de 1.731 millones de euros en el primer trimestre, debido a las minusvalías generadas por las ventas del negocio en Argentina y Perú. Santander acaba de anunciar la venta del 49% de su negocio en Polonia, donde entró en el 2011. Obtendrá por ello unas plusvalías de 2.000 millones. Lo hace mientras analiza opciones para su negocio en Reino Unido que, al menos conforme a los discursos oficiales, no incluye la salida del país.
Nada más. Como todo el mundo sabe, Eurovisión es con Ryanair, el Erasmus y la Champions el engrudo de esta comunidad de vecinos llamada Europa. Descubierta con apenas nueve años por el Fary y encumbrada con El baile del gorila --al parecer la canción del verano del 2001, el último antes de que con la caída de las torres gemelas comenzase el siglo XXI--, Melody se ha desprendido ahora de cualquier aire de gasolinera y radio cassette para asumir la estética imperante en el certamen, tan inefable como reconocible. La letra de su canción, Esa diva, tiene, como Inditex, mucha tela que cortar. Allí Melody se reconoce de niña convertida en “la rumbera del mundo”, ejerciendo de “supuesta diva”, “despreciando a los demás”, hasta convertirse años después en “la madre que madruga” y en “la artista sin cartel”. Todas las Melody son divas factibles. “Su voz le hace grande”, afirma ella. Su voz y su desparpajo, añadimos nosotros. Solo queda desearle suerte.
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Luca de Meo, consejero delegado de Luca de Meo
· Luca de Meo no defrauda. Al consejero delegado de Renault merece la pena escucharlo porque suele dar mensajes precisos sobre la industria de la automoción. Lo demuestra esta interesante entrevista con Elisenda Vallejo. Algunas píldoras: “Sin una clase media fuerte, no hay industria del automóvil”. Sin embargo: “Ganamos mucho más vendiendo 2,5 millones que 3,5 millones de coches”. Chinos y Tesla: “En un entorno así hacen falta empresas muy ágiles que puedan aguantar los choques y la volatilidad. Por eso no apuesto por invertir millones, sino por buscar cooperaciones”. Apuesta: “Algunos han anunciado gigafactorías como si fueran panaderías, yo no”. Crítica a la UE: “¿Qué hemos hecho en Europa? Regularlo todo, a veces incluso antes de saber hacia dónde va el negocio. No tiene sentido”.
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