La asimetría de la estupidez y la pareja de Ayuso

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La asimetría de la estupidez y la pareja de Ayuso
Redactor

Premisa número uno. La ironía es tremendamente efectiva para desacreditar el fariseísmo y la falsedad. Pero puede llegar a ser cargante y cansina por muy sofisticada que sea.

Es la forma de expresión dominante en X y Bluesky. Aunque los ironistas de ambos espacios la dosifican en píldoras, son tan adictivas y se istran tantas que puede provocar sobredosis. “La ironía solo se puede utilizar como emergencia. Prolongada en el tiempo, es la voz de los encerrados a quienes ha llegado a gustarles su celda”, dejó dicho el pensador Lewis Hyde.

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Alberto González Amador 

Dani Duch

El escritor David Foster Wallace le recogió el guante en E unibus pluram para añadir que eso es así porque la ironía, “por divertida que sea, cumple una función que es casi exclusivamente negativa. Es crítica y destructiva” y “resulta singularmente poco efectiva cuando se trata de construir algo que sustituya la hipocresía a la que desacredita”.

Premisa número dos. Dice el principio de la asimetría de la estupidez –popularizada por @ziobrando con un adagio hace años en el antes Twitter– que la cantidad de energía que se necesita para refutar una estupidez es muy superior a la que se requiere para producirla. Ejemplo: “Las vacunas contienen microchips para controlarnos”. Ahora pierde el tiempo explicando con todas las evidencias, estudios e investigaciones que solo aquel venido de Raticulín tenía microchips.

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Hasta aquí las premisas, porque toda norma, todo principio, tiene la excepción que la confirma. Es lo que ha sucedido con el debate sobre si se podía llamar a Alberto González Amador, la pareja de Isabel Díaz Ayuso, defraudador confeso. El martes, el Supremo le desestimó una demanda contra María Jesús Montero por decírselo. Y se ha dado un hecho todavía más relevante: el propio abogado de González Amador le ha desmentido y asegura que le pidió que pactara con la Fiscalía. “Situación actual de Ayuso: a su novio ya no lo defiende ni su abogado defensor”, dice mordaz @donmitxel-oficial.

En todo este caso ha habido una inversión del principio de asimetría de la estupidez: han gastado más tinta y caracteres en las redes (con argumentaciones jurídicas kilométricas) aquellos que sostenían la ridiculez de que no, que no se le puede tachar de defraudador confeso, que los que sí.

Situación actual de Ayuso: a su novio ya no le defiende ni su abogado defensor.

— Don Mitxel I de Euskadi y V del Secarral (@donmitxel-oficial.bsky.social) 27 de maig del 2025, a les 12:44

Los segundos lo tenían fácil. Les bastaba con apoyarse en el escrito del abogado de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid remitido a la otra parte: “De común acuerdo con Alberto González, les comunico que es voluntad firme de esta parte llegar a una conformidad penal, reconociendo íntegramente los hechos”.

No hacía falta nada más. No era necesario extenderse en explicaciones. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Además, como medio para no malgastar energía con explicaciones y razonamientos irrefutables ante la absurdidad, buena ha sido hasta ahora la ironía. Será cargante y cansina, pero a menudo es potente, eficiente e imprescindible para evitar verse inmerso en el principio de asimetría de la estupidez.

“Al defraudador confeso que me denunció por decirle ‘defraudador confeso' se le podrá seguir diciendo defraudador confeso”. El comentario es irónico, de la portavoz de Más Madrid, Manuela Bergerot. Aquí, cierto, con dos gotas añadidas de sarcasmo, sí.

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