Si no fuera uno de los músicos más aclamados de la escena ibérica, Salvador Sobral ya tiene plan B. Y no, no es abrir un bar, montar una editorial ni dar clases de canto. En su visita a La Revuelta junto a Silvia Pérez Cruz, soltó —con la calma del que lo ha pensado más de una vez— que le encantaría “ser alcalde corrupto de un pueblo de Galicia”.
Candidato independiente a la buena vida
Salvador Sobral quiere ser alcalde de un pueblo gallego donde se coma bien y no haya mucho que hacer
¿Broma? ¿Fantasía seria? ¿Meta secreta? A saber. Pero lo dijo con convicción: “Siempre se lo pasan bien, comen bien... Es un pueblo que ya funciona más o menos, no hay mucho que hacer”.
Todo surgió tras una divertida charla sobre la reencarnación —tema que, en su caso, no es menor—, ya que el cantante portugués vive con un corazón trasplantado. “Ya tuve mi segunda oportunidad y ya está. Estoy feliz con esta”, dijo, después de explicar con claridad quirúrgica el protocolo de donaciones: edad similar, tamaño compatible, horas limitadas fuera del cuerpo.
Y aunque mucha gente se ha acercado a él asegurando que lleva dentro el corazón de su difunto marido, Sobral prefiere hacer patria con humor: “Cuando tenemos conciertos digo que mi corazón es sevillano, o catalán, depende de dónde estemos”.
La excusa de la visita era presentar el disco conjunto Silvia y Salvador, pero lo de menos fue el título. Lo interesante fue el cómo y el cuándo.
Él la escuchó cantar por primera vez en 2011, siendo estudiante en Barcelona y “fumando porros”, según sus propias palabras. Ella le descubrió años después en un club de jazz en Lisboa. De ahí nació una amistad que fue creciendo hasta compartir canciones, escenarios y hasta homenajes cruzados: Sobral compuso un tema inspirado en la voz de Silvia (De la mano de tu voz) y ella le abrió espacio en su disco anterior.
Silvia, tan espiritual como luminosa, aprovechó la entrevista para soltar otra fantasía vocacional si pudiera reencarnarse: “Me gustaría nacer en Latinoamérica… o cuidar monos… o acompañar partos”. Una lista muy Silvia Pérez Cruz, entre lo poético y lo brutalmente real. Sobral, en cambio, fue directo: “Yo quiero comer bien y no hacer mucho. Galicia me va”.
Siempre se lo pasan bien, comen bien… Es un pueblo que ya funciona más o menos, no hay mucho que hacer”
Entre regalo y regalo —que si botifarras, que si calendarios enmarcados—, la conversación se deslizó por lugares tan imprevisibles como la etimología, los santos en Portugal (que según Salvador “no existen”), los falsos amigos lingüísticos (“sótano” en portugués significa “ático”) o la revelación de que “patata” se dice “batata” y puede llevarte a confusión existencial.
Todo esto, acompañado de bromas entre Broncano, Grison, Silvia y un público entregado, convirtió la charla en lo que La Revuelta sabe hacer mejor: mezclar lo importante con lo absurdo hasta que todo cobra sentido.
Conclusión: si algún día ves a Salvador Sobral en una plaza gallega, con banda municipal y bastón de mando, no te sorprendas. Igual ya ha empezado su nueva vida. Y sí, seguramente habrá pulpo.
Y entre todo, una canción por Palestina
Silvia Pérez Cruz habló de música, sensibilidad y del poder de cantar por Palestina en tiempos difíciles
Antes de terminar, Silvia tomó la palabra para compartir un gesto que también forma parte del proyecto: el disco se cierra con Tempus fugit, una composición de Marco Mezquida que han convertido en un “llanto por Palestina”. “Hay que nombrarlo. Aunque sea con música”, dijo.
Sobral, en la misma línea, recordó que en Portugal ni siquiera se ha reconocido oficialmente al Estado palestino y defendió que la cultura, al menos, puede tener un pequeño papel simbólico: “Nuestra herramienta es cantar e intentar concienciar un poco al público”.
Entre calendarios enmarcados, diccionarios trilingües, reflexiones sobre Palestina y fantasías de reencarnación, La Revuelta volvió a hacer lo que mejor sabe: mezclar lo absurdo con lo profundo hasta que todo encaja. Salvador Sobral, sensible y sarcástico a partes iguales, no solo presentó disco con Silvia Pérez Cruz, sino que dejó claro que, si la música le falla, siempre le quedará Galicia, el pulpo... y la política corrupta. Porque en un mundo que a veces duele, al menos nos queda reír, cantar y, si hace falta, gobernar un pueblo sin hacer demasiado.