El lince ibérico, el felino silvestre que llegó a ser el más amenazado del mundo, se expande por la Península Ibérica gracias a un proyecto científico y un trabajo de fuerte participación social que ha logrado multiplicar por más de 20 su población en tan solo dos décadas. El proyecto es un emblema de recuperación de una especie a nivel mundial. Mientras da sus primeros pasos por el norte de Castilla (Palencia) y se preparan nuevas reintroducciones en Madrid o Aragón, en Catalunya se han frenado por la oposición de Revolta Pagesa, que arrancó este acuerdo al Govern. Donde ya está, su presencia es bienvenida por la función de control que realizan de los conejos y otros animales que pueden convertirse en plagas.
A 10 meses de terminar el tercer proyecto europeo, LIFE Linx Connect, los censos de población certifican el éxito logrado en pocos años. Fuentes del LIFE, que lidera la Junta de Andalucía a nivel peninsular, recuerdan que ha sido la colaboración entre la ciencia, las istraciones y el mundo rural lo que ha hecho posible que de 94 ejemplares se haya pasado a más de 2.000 campeando por varias autonomías. Lugares como la Reserva de fauna Chico Mendes, 700 hectáreas a los pies de Sierra Morena, en Ciudad Real, son ya Territorio Lince, zonas de monte bajo mediterráneo en las que tiene muchas presas. Si son conejos, de los que come uno al día, mucho mejor.
Todo es bueno: desplazan al zorro o las garduñas, que nos comían las perdices de la caza, y ayudan a tener un ecosistema más sano

La presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola (3d), participa en la suelta de un ejemplar macho de lince ibérico
Su presencia es habitual también en un coto de caza cercano a la reserva, donde han comprendido las ventajas de su presencia. “Al principio yo era muy reacio a que los introdujeran, pero todo es bueno: desplazan al zorro o las garduñas, que nos comían la perdices de la caza, y solo matan lo que necesitan. Ayudan a tener un ecosistema más sano, incluso ahora soltamos menos perdices y salimos ganando”, cuenta Miguel Ángel, guarda mayor del coto privado, donde incluso les han puesto incluso bebederos. “En la zona la gente está contenta, no les ha supuesto ningún impedimento”, asegura.
Castilla-La Mancha es hoy en día la segunda comunidad con más ejemplares del país, unos 715 según el último censo. Pero como en el resto de la península, no ha sido un camino fácil. Hay que recordar que de los 94 adultos que había en 2002, solo 27 eran hembras y que estaban dispersos en dos poblaciones aisladas: Doñana y la Sierra de Andújar. Ante la escasa diversidad genética de la especie, se apostó por crear un programa de cría en cautividad en El Acebuche (Huelva), donde en 2005 nacieron con gran alborozo Brisa, Brezo y Brecina. Fue el primer gran resultado del primer proyecto Life Lince europeo, financiado un 50% por la UE y el resto por instituciones diversas. Hoy existen cinco centros de cría de linces: El Acebuche, Zarza de Granadilla (Cáceres), La Olivilla (Jaén), el Zoobotánico de Jerez y Silva (Portugal).
Después vino el LIFE Iberlince. Había que reintroducirlos donde tuvieron presencia en el pasado. Dotado con 34 millones, entre 2011 y 2018 supuso el despegue de las poblaciones en territorios castellanos y extremeños. “Fue fundamental descubrir que se asentaban donde había previamente comida, sobre todo conejos, en lugar de tratar de introducir primero los conejos para atraerles, como se hizo al inicio. También lo fue colaborar y llegar a acuerdos con fincas privadas, implicar a todos, fueran cazadores, conservacionistas o istraciones”. Lo cuenta Juan Francisco Sánchez, responsable del seguimiento de la especie en Castilla-La Mancha. Mientras camina por el refugio, creado por un bodeguero manchego, va revisando en su móvil los puntos que indican donde está situado cada lince marcado con un collar.
Es imposible que triunfen medidas conservacionistas al margen de la sociedad rural
“Con Iberlince ampliamos las zonas, pero con el actual LIFE Lynx Connect se ha aumentado mucho la población al unir unas con otras; y en eso ha sido básico la sensibilización de la población y convencer a propietarios de fincas. Luego el ‘boca a boca’ hace su parte porque para reintroducir el lince no se prohíbe ninguna actividad agraria, como algunos creían, sino que se pone en valor vivir en Territorio Lince”, asegura el técnico. Y añade Sánchez: “Es imposible que triunfen medidas conservacionistas al margen de la sociedad rural. En total, hemos liberado en cuatro provincias, en 10 años, 131 ejemplares de centros de cría, otros 25 han sido translocados (trasladados) de otros lugares donde había suficientes”.
Fundamental en el éxito ha sido también la gestión de la escasa diversidad genética a la que se había llegado. Y ahí, la ciencia aportada por la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) ha sido fundamental. Así se destacaba una reciente investigación en Nature sobre decadencia de la biodiversidad global, que mencionaba este caso español como ejemplo mundial de recuperación de un mamífero.
José Antonio Godoy, genetista del felino, explica así el proceso: “Teníamos dos poblaciones aisladas desde hace dos siglos y en estado genético crítico. La solución fue cruzarlas en la cría en cautividad y funcionó. Ahora sobreviven más, es una especie con mejor calidad, lo que no quita que ya se hubiera perdido más de un 60% de diversidad de genes que no se recuperará y eso es una amenaza para la especie: su capacidad de defensa frente a un virus o enfermedad es limitada”.
Lo que si evitan es que emparenten, porque tienen los perfiles genéticos de todos los linces que se sueltan o translocan. “Quizá aumente en el futuro si de, forma natural, se mezclan con los linces boreales, como ocurrió en el pasado cuando había boreales por el norte del país, pero tampoco lo vamos a forzar porque tiene sus riesgos”, señala el científico.
Nada de ello sería posible sin el seguimiento constante de los cientos de crías liberadas (algo más de 30 al año) mediante con collares, cámaras de fototrampeo y control de sus excrementos o sus orines, que permiten conocer su ADN, su estado de salud y por donde se mueven.
Todo ello ha ayudado también a conocer mucho su comportamiento: se descubrió que la población de Doñana era distinta al resto; que adaptan su alimentación y pueden comen corzos u otros animales si no hay conejos; que tienen hasta cuatro o cinco crías al año; que eligen ‘letrinas’ donde defecar para marcar su territorio o que son auténticos “cirujanos de campo”, como los llama el técnico José Rodríguez, porque eliminan a las presas débiles y evitan plagas.
Alguno hay que se mete en un gallinero, pero la Junta se está siendo eficaz en el pago de a las indemnizaciones. Un dato curioso: los de Doñana tienen las motas más grandes en la piel que los de las poblaciones de Andújar, aunque ahora se están mezclando.
Además, el lince ya se reproduce de forma natural en muchas áreas, como los Montes de Toledo. Este aumento favorece que el traslado o translocaciones a nuevas zonas con las condiciones de hábitat para su reintroducción, como ha sido Murcia y, más recientemente, el sur de Palencia (El Cerrato). También se han llevado a Cuenca desde Ciudad Real. Lo hacen mediante ‘sueltas blandas’, en las que pasan por un recinto vallado antes de su libertad; o ‘duras’, sin ese periodo de adaptación.
Todas las comunidades autónomas implicadas, coordinadas por Andalucía, comparten los datos porque algunos se mueven cientos de kilómetros. Las siguientes sueltas previstas son áreas de Aragón o de Madrid, donde ya se han visto ejemplares e incluso uno fue tiroteado en diciembre. “Los centros de cría seleccionan los animales que se reintroducen cada año, y cada uno es una joya. En los nuevos lugares se llevan al inicio entre ocho y 10 ejemplares”, comentan los técnicos. “Y querrían más, pero no hay”.
Los atropellos, la principal amenaza

El principal peligro para la especie son los atropellos
El principal peligro para la especie son los atropellos que, como es lógico, aumentan al haber más animales sueltos. De momento, lo más eficaz para evitarlos es concienciar a los conductores, tarea en la que participa WWF España, señalizar las zonas de linces y poner vallados en las carreteras, creando pasos de fauna, que se ha visto que utilizan. Aun así, como en toda fauna silvestre, el riesgo cero no existe. Ahora se están probando en Andalucía y Extremadura dispositivos que, a través de los collares que llevan los felinos marcados, se avisa a los conductores con señales de que hay linces cerca de las vías. Pero cada vez serán más los no marcados.
Cuando son heridos, acaban en centros de recuperación como El Chaparrillo, en Ciudad Real, donde desde 2014 se ocupan también de los análisis previos a las sueltas. Allí vive desde hace tres años Rinconcillo, operado de las vértebras tras un atropello y que no puede ser liberado. También está Ventilla, que pronto será liberada en Cuenca. Otro riesgo son los virus que les contagian gatos domésticos, de los que hay muchas colonias incontroladas. Gracias al GPS, controlan cuándo uno ha dejado de caminar, quizá por su estado físico. “Nos pasó con uno que se paró varios días, pensamos que estaba mal y resulta que estaba comiéndose un corzo”, cuenta Rodríguez.
Fuentes del proyecto lo tienen claro. Aún hacen falta más proyectos LIFE y más cría en cautividad para que la especie tenga el futuro garantizado. Si ahora hay unas 400 hembras reproductoras, se estima que se necesitarían unas 1.100 para que su situación pase de vulnerable -donde entró hace poco- a favorable en el listado de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN).
“La genética es el complemento a todo lo demás. Un factor más. Ahora tenemos una población que es grande, pero necesitamos tres y varias más pequeñas para garantizar su demografía, así que hay que mantener los centros de cría como reserva genética. El éxito está en que ha sido un proyecto coordinado, con participación de todos, un modelo a seguir en otros lugares para recuperar especies en extinción”, concluye Godoy. Son casi las mismas palabras que se escuchan a los coordinadores del LIFE Linx Connect.