Rusia intensifica los ataques aéreos sobre Ucrania aprovechando que el presidente norteamericano Donald Trump se desentiende de la guerra y abre una brecha muy grande con sus aliados europeos en el seno de la OTAN.
Las tres oleadas de la última semana, con dos seguidas durante el fin de semana, culminaron ayer con la más importante desde el inicio de la guerra. La fuerza aérea ucraniana contó 298 drones y 69 misiles lanzados desde Rusia. Las defensas antiaéreas derribaron dos tercios de los drones y casi todos los misiles. Los que alcanzaron sus objetivos mataron a doce personas, incluidos tres niños, y causaron más de 60 heridos. Ucrania respondió, pero a una escala más pequeña que no provocó víctimas.

Zelensky, Trump y Putin.
El presidente Zelenski, que con Trump tiene una relación que parece una montaña rusa, le pidió ayer que denunciara la ofensiva aérea rusa. En las redes sociales dijo que el mundo podía irse de fin de semana pero que la guerra seguía y al presidente Trump, concretamente, le pidió que rompiera su silencio porque es todo lo que Putin necesita para seguir atacando.
Trump dijo entonces que el presidente ruso Vladímir Putin “está loco”. ”¿Qué demonios le pasa? Está matando a mucha gente”, comentó a un grupo de periodistas el domingo a última hora en Nueva Jersey.
Trump no entiende la estrategia de Putin, al que ha garantizado que Ucrania no entrará en la OTAN y que Estados Unidos reconocerá Crimea, además de que permitirá a Rusia mantener los territorios ucranianos que ha conquistado.
El presidente ruso, aún así, cree que el tiempo corre de su parte y puede sacar mucho más en el campo de batalla.
El ejército ruso ha sufrido cientos de miles de bajas, pero recluta más hombres de los que pierde gracias a los incentivos económicos y la propaganda bélica. La producción de armas no cesa, alimentada por una industria centrada en el esfuerzo militar. La economía va camino de crecer este año un 1,5%.
El lunes pasado, después de una negociación frustrante por teléfono en la que Putin no cedió en nada, Trump tiró la toalla. Después de colgar, le dijo al presidente ucraniano Volodímir Zelenski que se las arreglara con Putin y a los europeos, que no contaran con él para aumentar las sanciones a Rusia.
Ayer, sin embargo, preguntado por si estaría a favor de sancionar de nuevo al Kremlin, Trump dijo que “por supuesto”. Hasta ahora había amenazado a Putin con esta posibilidad pero se había negado a aplicar las sanciones europeas o a imponer las suyas propias.
Estados Unidos, el Reino Unido y la UE han propuesto una tregua de 30 días sin condiciones para dar una oportunidad a la paz, pero Rusia no la acepta. Insiste en luchar y negociar al mismo tiempo, y hoy se espera que haga una propuesta a Ucrania.
Antes de dar este paso Moscú, quería esperar a completar el intercambio de mil prisioneros por bando acordado el pasado día 16 en Estambul. Esto sucedió ayer sin inconvenientes.
Poco espera Ucrania de la nueva propuesta rusa. La última le exigía que cediera más territorio, algo que no piensa hacer. Las exigencias del Kremlin, además, están muy claras desde el inicio de la guerra.
En marzo del 2022, un mes después de la invasión rusa que intentó colocar un gobierno títere en Kyiv, Rusia y Ucrania negociaron en Estambul. Acordaron un comunicado que no se ha aplicado pero que abordaba las garantías de seguridad a largo plazo que ambos se exigían mutuamente.
Lo más importante para Rusia y Ucrania en cualquier negociación son las garantías de seguridad, señal de lo mucho que se temen
A cambio de estas garantías, Ucrania aceptaría no entrar en la OTAN. Los aliados, sin embargo, debían proteger esta neutralidad si Rusia volvía a atacar.
Rusia, por su parte, no pondría objeciones a que Ucrania entrara en la UE y toleraría la amenaza de un respaldo atlantista a Kyiv en caso de una nueva confrontación.
Sin embargo, ni Estados Unidos ni los países europeos quisieron dar a Ucrania las garantías que exigía, compromisos muy concretos de intervención que iban desde imponer una zona de exclusión aérea a enviar tropas terrestres.
Las garantías de seguridad son prioritarias para Kyiv y Moscú, la señal más clara de lo mucho que se temen. En segundo plano queda el estatus de los territorios ocupados, las sanciones a Rusia y la reconstrucción de Ucrania.
El Kremlin, por ejemplo, exige limitar el tamaño y la estructura del ejército ucraniano porque teme que algún día intente recuperar lo que ahora ha perdido.
Ucrania se niega, pero tiene más razones para negociar. La guerra no le va bien y Putin la alarga, precisamente, porque no le va mal.
El pasado mes de abril, por ejemplo, fue uno de los más mortíferos para la población civil. Murieron 209 personas, según la ONU. Decenas de miles han muerto bajo las bombas rusas desde el inicio de la guerra.
Putin solo negociará cuando vea que sus objetivos a largo plazo están amenazados. De momento, con el viento bélico a su favor, no lo están.
“La paz a cualquier precio es apaciguamiento”
La embajadora de Estados Unidos en Kyiv dimitió el mes pasado frustrada por la estrategia diplomática de la istración Trump. El presidente, que había fardado con acabar la guerra en 24 horas, presionaba mucho más a Ucrania que a Rusia. “Desde el principio, la política de la Casa Blanca –dijo la embajadora Bridget A. Brink– ha sido presionar a la víctima, Ucrania, en lugar del agresor, Rusia”. “La paz a cualquier precio –añadió– no es paz, es apaciguamiento”. Trump siente una afinidad con Putin que, de momento, no le ha servido de nada. Está de acuerdo en que Ucrania debe seguir siendo un país soberano, pero no lo suficiente para entrar en la OTAN y recuperar sus fronteras internacionales. Este es el apaciguamiento que denunciaba la embajadora Brink.